En un sencillo post a través de sus redes sociales, Tana George Díaz, esposa de Hali Saghair, quien fue vilmente asesinado el 12 de julio de 2019, pudo desahogarse tras conocer la noticia de la captura del presunto autor intelectual del crimen. 

"Nunca desconfié en la justicia divina. Nada de lo que hiciéramos nos iba a devolver a Hali, pero lo mínimo que él merecía era que se hiciera justicia; por él, por mí, por sus hijos, por su mamá y por sus hermanas", escribió George en su cuenta de Instagram. 

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Su post en las redes sociales se produjo horas después de haber escrito otra reflexión en sus redes sociales, en las que lamentaba como una incoherencia que a "los asesinos sí le celebran el día del padre y de la madre". 

Y es que esta no era la primera vez en que George se desahogaba a través de las redes sociales, de la impotencia al no ver justicia en el caso de su esposo, pues tras cinco años, únicamente habían sido capturados los autores materiales (los sicarios que cometieron el crimen), pero las autoridades no habían avanzado para capturar al que ordenó el homicidio, pese a que en el proceso se han manejado pruebas suficientes para ir en ese camino. 

En el año 2020, cuando se cumplió el primer aniversario del homicidio de Hali Saghair, Tana George escribió una dura carta en la que ella le hablaba al "asesino de su esposo". 

"Seguramente nos seguiremos tropezando por las calles, hasta el día en que podamos ver una justicia en este país, esa que tanto anhelamos, pero en el camino no puedo desviar mis prioridades y mientras eso pasa, seguiré dándole lo mejor a mis hijos, dejándole el mejor legado posible de su papá mientras crecen, a pesar de su irracional decisión, porque en este país, que tanto ha sufrido, sencillamente no pueden seguir caminando campantemente asesinos como usted, eso simplemente no puede ser", decía un aparte de esa carta.

Con esta captura empieza una nueva etapa en el proceso por el esclarecimiento del homicidio de Haled, ocurrido en la calle 31 con carrera 13, en el barrio las Américas de Santa Marta, cuando el empresario apenas había recogido a un trabajador de la finca familiar que administraba, para irse a trabajar, como un día cualquiera.